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La soleada resignación
insoló los recuerdos de una vida anterior;
los trazados lineales de cada paso antes de morir
en ella, empapa el segmento sumergido en el
presente.
Incrustaron en cada idea la necesidad de ver
cuanto llevo oculto en mi conciencia.
Disparo la agonía de la incertidumbre
contra las ventanas cerradas de una ciudad dormida,
que como escenario cambia a medida que los
días se aglomeran en el cordón.
Arrastrando los adoquines de la calle
tropiezo con la certeza del tiempo
convirtiéndome en víctima de sus horas.
Experimento la necesidad de elegir un rumbo sin
fronteras, implantando cada lágrima en el bastón
que soporto con firmeza mis amenazas.
Supongo que las idas y vueltas me traen
en círculos a la esquina; donde mi naturaleza,
se destierra de vivencia y amarguras.
Me resguardo de cada gota que se desprende de mí
tratando de que no logre tocar ni los
ojos ni las manos.
Pude oler las deudas de una vida inconclusa,
llegando a ver sus deseos por no corregir
nada más que la existencia temprana de
un vago llanto.
Detrás de las paredes que encerraron los últimos
momentos, fraccionados por esa infartante
agonía de sobrellevar cada pecado;
mi memoria se adueña de lo que alguna vez
existía, para darle forma de hombre y
sonrisa de mujer a esto que
en oportunidades asalta mis sueños
por la madrugada.
En la onírica estructura operativa, la razón
Trata de vislumbrar si la verdad está
asegurada , o si la inconciencia colectiva ha
sugestionado tanto el pensar, que hoy,
creo que fue demasiado apresurada
la partida.
Entre las dos vidas que coexisten dentro
de mi, una suma a la otra tratando de
restarle importancia a la tormenta.
Nada en vano he podido discernir;
que toda evidencia fehaciente ha resaltado con
lujo cada caída.
Trato de buscar la puerta que divide los dos mundos,
alterando la obviedad.
y rasgando los segundos planos.
Hoy me siento frente a mi puerto, esperando
hallar el marco de madera entre las aguas;
si el naufragio llegara antes, de seguro no
me iría sin despedirme de mi nueva realidad.